despues de semana santa senti la necesidad de regresar al internet, y el fabuloso facebook me llevo a varios lados. Entonces, estamos en la vivida... haber que tal.
encontre una estrofa de un blogger chapin acido pa escribir pero bueno... aqui un pedazo..
Este sábado salí con la idea de untarme un poco de esencia contempo enchant nocturno. Es decir, fiesta electrónica, pasada de bar y luces. Gente bonita y buena música. Clubbing. Night diner. Vasos altos y contenido de colores.
Para empezar, la gente es fea. La aborrezco. Se toman el papel con tal vehemencia que me asusta esta sociedad de engasados. Guatemala es como vivir en un eterno baile de disfraces.
Me explico. El cuidacarros es un extorsionador con una linterna que dice donde parquearse. Cobra mucho para que él mismo no raye el automóvil, robe el contenido del mismo, rompa un cristal, pase a cuchillo las llantas.
El bouncer, seguridad del antro, es un tipo de pene pequeño que transpola sus traumas a una figura de autoridad que te ordena qué hacer, cuánto tiempo esperar en la fila, ver de pies a cabeza a tu pareja e inflar sus biceps como sapos. Se alimenta de las mentadas de madre mentales.
Todo para que te deje entrar a un bar - discoteca - restaurante de moda con gente saliendo por las ventanas, meseros insoportables roba cambios, cobradores de propinas como si te la hubieran mamado. Y que te dan un vaso de piñata lleno de cerveza por medio millón de dólares.
Compartir espacio con un tipo que baila con estertores parkisionanos que le pega a la pared, la mesa, los tragos, las caras de sus acompañantes, su novia, la del otro, al otro. Y empezaron los morongazos cuando se le abalanza a calmarle el baile a trompadas.
O ver frente a tu persona, a una perra flaca que frunce el ceño por todo: por la música, por su novio, por la otra que está bien buena, por el otro que está bien bolo, porque no quiere estar allí, porque no quiere estar en su casa. Es decir, la malcogida.
Estoicamente me dediqué a tomar notas mentales de esa noche que ahora les comparto, tratando de sacar lo mejor de ella cuando se me presentaba inaccesible. Comentaba con mi acompañante, una ex compañera de labores, que hay que disfrutar esto lo más que se pueda. A pesar de nuestros años y ser padres contemporáneos de sendos críos.
Salir de fiesta es una necesidad. Pero cuesta mucho cuando te la ponen tan difícil las mismas personas que están allí para brindar un servicio de acuerdo a las expectativas.
No entiendo cual es negocio en no dejar entrar a la gente que viene a consumir. Ya adentro, que el cliente se mate con su propia mano, algo que le beneficia de sobremanera al bolsillo del especulador, digo, el dueño del antro.
A quien no le importa que muchachos trabajadores se pasen una noche de puta madre jineteando la tarjeta o su efectivo. Invitando a sus amigos, a las chicas de la oficina para que se den cuenta que "él puede" y las cuentas no perdonan.
Lo aspiracional alcanza, a mi criterio, su cúspide cuando se trata de divertirse. Porque nada dice más de una persona en lo que gasta el dinero para "pasar el tiempo". Y de eso se habla, no que se invirtió medio sueldo en arreglar el auto para ir a trabajar, o curarse una larga enfermedad. Pero sí vale llenarse la boca hablando de la mega fiesta de la noche anterior.
Emulando así a los riquillos que se dan la vida grande pero en otros lugares, menos los atorados antros de wannabes que todos visitan (visitamos).
hasta la proxima pues